Geoffrey Chaucer: poeta, escritor, alquimista y astrologo

El cuento del Caballero... una historia astrologica de Chaucer (y al final hay ... un  obsequio para ustedes!)

1-
Arcite y Palamón, prisioneros, aunque primos se disputan el amor de Emilia, la hija del rey que los encarceló.

      "-¡Ay del día en que nací! -gritaba-, pues ahora mi cárcel es más dura que
antes. Estoy eternamente condenado a vivir, y no en el purgatorio, sino en el
infierno. ¡Ay de mí! ¿Por qué conocí a Peroteo? De lo contrario habría permanecido
con Teseo, encadenado en su cárcel para siempre. Entonces hubiera vivido
en la felicidad en vez de la desesperación. El simple hecho de ver a la mujer que
adoro habría sido más que suficiente para mí, aunque nunca conquistase su cariño.
Querido primo Palamón -prosiguió-, en este caso saliste ganando. ¡Con qué
felicidad sigues en la cárcel! ¿Qué digo? ¿Cárcel? ¡Paraíso!

»La diosa Fortuna ha cargado los dados en tu favor: tú disfrutas de la
presencia de Emilia, yo sufro su ausencia. Y es posible (pues tú estás cerca de
ella y eres un caballero valiente lleno de recursos) que tú, por casualidad -pues la
Fortuna es veleidosa-, más tarde o temprano alcances lo que deseas. En cuanto a
mí, exiliado y desprovisto de toda esperanza, me hallo en tal estado de
desesperación, que ni la tierra, ni el fuego, ni el agua, ni el aire, ni criatura alguna
hecha de estos elementos puede proporcionarme consuelo o remedio. Bien puedo
perecer de desesperación y tristeza. ¡Adiós vida, alegría y felicidad!"

    Palamón está condenado a prisión perpetua,
cargado de cadenas y grilletes hasta que muera. Arcite, en cambio, exiliado bajo
pena de muerte, no podrá ver jamás a su dama en los dominios de Teseo.
Una noche Arcite logra escapar de prision....

......la caprichosa Venus cubre de
nubarrones el corazón de sus seguidores exactamente como en un viernes, que
aparece despejado y después diluvia; y al igual que los viernes son caprichosos,
volubles y tornadizos (pues viernes es el día de Venus), del mismo modo la diosa
cambia de talante.
LLega el dia en que ambos pretendientes se disputan la mano de Emilia....

   Antes de la batalla Palamon se encomienda a Venus
"-Bella entre las bellas, hija de Júpiter y novia de Vulcano, Dama Venus, que
lleváis la alegría a la montaña de Citerea: por este amor que tuviste por Adonia, tened
piedad de mis ardientes y amargas lágrimas y acoged en vuestro corazón mi humilde
plegaria. ¡Ay de mí! No tengo palabras para daros una idea del infierno que me
atormenta. Mi corazón no sabe explicar su sufrimiento. Estoy tan confuso, que sólo sé
decir: «¡Gracias, radiante señora, por entender mis pensamientos y ver las heridas
que siento!» Considerad todo este pesar y apiadaos de mi dolor; a partir de ahora,
mientras esté en mi mano, seré vuestro fiel servidor y haré siempre guerra contra la
castidad.
 Este es mi voto, si me ayudáis; no quiero alardear de hazañas guerreras, ni
os pido la victoria mañana, ni ganar fama o cualquier tipo de vano renombre en este
asunto, ni que mi proeza en la batalla sea proclamada por doquier a toque de
trompeta, sino sólo poseer a Emilia y morir en vuestro servicio; la forma la dejo en
vuestras manos, decidirlo. Tanto si les venzo como si me vencen, no significa nada
para mí, si puedo abrazar a mi dama entre mis brazos. Aunque Marte sea el dios de
la guerra, vuestro poder en el cielo es tan absoluto, que yo puedo fácilmente poseer
mi amor si así lo deseáis."

   A la hora siguiente, que pertenecía a Marte, Arcite se dirigió a grandes
zancadas al templo del fiero dios de la guerra para efectuar su sacrificio con todos
los ritos de su fe pagana. Con el corazón suplicante y devoto oró así a Marte:

"
-Oh tú, Dios fuerte, venerado en la fría región de Tracia, en donde eres
señor; tú que en todos los reinos y todos los países manejas las riendas de la
guerra y alternas a tu capricho las victorias, acepta este mi humilde sacrificio. Si
por mi juventud merezco tus favores, si mi fuerza es adecuada para servirte como
uno de tus fieles, te ruego que te apiades de mis sufrimientos, por los tormentos y
llamas abrasadoras en los que tú una vez ardiste en deseo, cuando la belleza de
Venus, hermosa, joven, lozana y libre, era tuya para gozarla y la tenías en tus
brazos a tu antojo, aunque, desgraciadamente, las cosas no salieron como tú
querías y Vulcano te apresó en su trampa y te encontró yaciendo con su esposa.
Por el dolor y la pasión que entonces tuviste, apiádate de mis sufrimientos. Como
sabes, soy joven e ignorante, y, supongo, más atormentado por el amor que
ninguna otra criatura viviente, pues a la que me hace sufrir este tormento no le
importa si nado o me hundo. Me doy perfecta cuenta de que, antes de que ella me
conceda su amor, debo vencer por fuerza en la liza. Yo bien sé que toda mi
fortaleza no me servirá de nada sin tu ayuda y favor. Así pues, ayúdame, señor, en
la batalla de mañana, no sólo por las llamas que te abrasaron una vez, sino
también por el fuego que me consume ahora, y haz que mañana consiga la
victoria. Deja que el trabajo sea mío y tuya la gloria. Veneraré siempre tu templo
soberano más que a todos los demás lugares e incluso me dedicaré a lo que más
te deleita y a tus artes marciales; en tu templo colgaré mi estandarte y las armas
de mis compañeros; mantendré fuego ardiendo eternamente en tus altares hasta
el día en que muera. Además me ligo con este voto: a ti te dedicaré mi barba y
estos largos rizos que me cuelgan y que no han tocado jamás ni navaja ni tijeras y
seré tu servidor por el resto de mi vida. Ten piedad, señor, de mis pesadas
aflicciones y otórgame la victoria; no pido más."

Cuando el poderoso Arcite hubo terminado su plegaria, los arcos que
cuelgan de la puerta del templo y hasta las propias puertas empezaron a hacer un
ruido estruendoso y violento; Arcite se acobardó. Los fuegos del altar crecieron
hasta iluminar todo el templo, mientras un dulce olor se desprendía del suelo.
Entonces Arcite levantó su mano y echó al fuego más incienso y realizó otras
ceremonias, hasta que la cota de malla que cubría la estatua de Marte tintineó, y
con aquel ruido oyó como un suave murmullo que decía: «¡Victoria!» Entonces
rindió pleitesía y homenaje al dios. Lleno de alegría y con la esperanza de que
todo saldría bien, Arcite regresó a su alojamiento, alegre como un pájaro a la luz
del día

     Emilia, mientras tanto, lanzaba sus plegarias a Diana
" Casta diosa, conocéis mi deseo de vivir virgen y de no ser nunca ni esposa ni
amante.
  " En cuanto a Palamón, que siente tal atracción por mí, y a Arcite, que me ama con tan
gran desespero, este único favor os pido: poned paz y amistad entre los dos,
desviad sus corazones de mí, apagad o dirigid hacia otra parte su ardiente pasión y
deseo, todo su incesante y doloroso tormento.
»si uno de los dos ha de ser mi destino,
dejad que sea el que más me desee. Diosa de la castidad y de la pureza,contemplad las lágrimas amargas que resbalan por mis mejillas. Virgen, guardiana de todos nosotros, mantened y poned a salvo mi doncellez, que pueda vivir como
virgen a vuestro servicio."

    Mientras Emilia oraba, los fuegos ardían sobre el altar. Pero, súbitamente, vio
un fenómeno muy curioso: de repente, uno de los fuegos se apagó y volvió a encenderse nuevamente; pero después se apagó el otro totalmente, y al apagarse hizo el ruido silbante que hace el fuego de ramas mojadas al arder; algo como gotas de sangre se condensó en el extremo de cada haz de leña. Ante aquel espectáculo,
Emilia se asustó tanto, que casi se desmayó y se puso a gritar, no entendiendo lo que aquella misión significaba; temerosa empezó a llorar sin consuelo. En aquel momento se le apareció Diana con el arco en la mano y aspecto de cazadora, que dijo:

-Hija, seca tus lágrimas; los dioses han decidido en las alturas y han
decretado que debéis desposaros con uno de esos dos que están pasando tantos
pesares y sufriendo tanto por causa vuestra, pero no puedo decir con cuál de ellos.
Adiós, pues no puedo permanecer aquí por más tiempo; pero los fuegos que arden
en mi altar te aclararán, antes de que te vayas, cuál va a ser tu destino."

Después de hablar así, chocaron y resonaron las flechas en el carcaj de la diosa. Ella dio un paso hacia adelante y desapareció.
Pero arriba, en los cielos, estalló una fuerte discusión entre Venus, y Marte, el fiero dios de la guerra, sobre la concesión de su favor. Júpiter hubo de ponerse serio tratando de poner paz, pero, al final, el pálido Saturno, muy versado en antiguas estratagemas, dada su larga experiencia, se las arregló para idear una solución que satisficiera a ambas partes. Como dice el refrán: «Más
sabe el diablo por viejo que por diablo», posee sabiduría y experiencia que pueden
ser superadas, pero no burladas. Aunque no está en la naturaleza oponerse a las disensiones y al miedo, Saturno pronto encontró la forma de solventar la disputa.

-Mi querida hija Venus -dijo Saturno-, la mía es la trayectoria más amplia
alrededor del Sol, y mi poder es mayor que el que los hombres suponen; a mí me pertenece la muerte por ahogo en el triste mar, el encarcelamiento en oscuras bóvedas, el estrangulamiento y el morir ahorcado, el amotinamiento y la rebelión
de las turbas93, las quejas, los envenenamientos clandestinos; cuando estoy en Leo, la venganza y el desquite son míos; y míos son la ruina de los altos palacios yel derrumbamiento de torres y muros sobre mineros y carpinteros94; yo maté a
Sansón derribando la columna; y mías son las enfermedades mortales, las negras traiciones y conspiraciones. Mi aspecto engendra pestilencia. Vamos, deja de llorar: haré lo que pueda para que vuestro caballero Palamón tenga la dama como
prometiste, aunque Marte ayudará a su propio caballero.

Sin embargo, tarde o temprano deberá haber paz entre vosotros, a pesar de vuestro temperamento tan distinto, causa de estas riñas diarias. Soy vuestro abuelo, dispuesto a cumplir vuestros deseos."
   
  Los dos tebanos se enfrentaron e hirieron recíprocamente muchas veces durante el transcurso del día. Dos veces cada uno de ellos descabalgó al otro.

  Palamon finalmente cae.... Y Venus llora en el Olimpo!

   Saturno le dice a la Diosa que lloraba:
-¡Silencio, hija! Marte se ha salido con la suya, pues a su caballero le ha otorgado su favor; pero te juro que pronto te verás satisfecha." 

 
El feroz Arcite se quitó el yelmo y cabalgó a lo largo de todo el campo de combate para mostrar su rostro. Levantó sus ojos hasta Emilia, que le devolvió la mirada con dulzura (pues las mujeres, por regla general, sienten inclinación a seguir a los favorecidos por la Fortuna). 

Ella constituía el deleite del corazón deArcite. Pero del suelo surgió una Furia infernal enviada por Plutón, a petición de Saturno, y el caballo de Arcite dio un respingo, tropezó y cayó, con lo que Arcite, antes de saber qué estaba pasando, rodó de cabeza y quedó como muerto en el terreno de combate, con su pecho aplastado por el arco de su montura.

Allí quedó en el suelo, con su cara ennegrecida al fluir su sangre a ella.(...) A pesar de todos los esfuerzos de los doctores, la sangre coagulada se iba corrompiendo y ulceraba su cuerpo. Ni el sangrar las venas, ni los tratamientos con hierbas servían de nada. La expulsión, o fuerza animal, llamada «natural» por esta función, no podía desplazar ni expeler el veneno que había en la sangre vivificante. Las venas del pulmón empezaron a hincharse. La ponzoña y la gangrena le destrozaban los músculos del pecho. No obtenía ningún provecho ni de los laxantes ni de los vómitos, aunque su vida dependía de ello. Toda aquella parte de él estaba como hecha añicos; la Naturaleza había perdido su imperio, y
donde la Naturaleza no quiere trabajar, lo único que se puede hacer es despedir al médico y llevarse el hombre a la iglesia.
En pocas palabras, Arcites tenía que morir.
 Arcites, agonizante, les dice a Emilia y Palamon:

»Por amor a vos y a causa de mis celos ha habido rencor y peleas entre mi primo Palamón y yo durante bastantes días. Pero que el sabio Júpiter dirija mi alma para hablar con la verdad y como debe ser del enamorado y de sus atributos, es
decir, verdad, honor, caballerosidad, sabiduría, humildad, rango, sangre noble y franqueza, y todas las cosas que pertenecen al amor, pues como que Júpiter protegió mi alma, en este momento no conozco en todo el mundo a nadie más
digno de amor que Palamón, que os sirve y os servirá toda su vida. Y si alguna vez
tuvierais que casaros, no os olvidéis de este hombre bueno que es Palamón."
      
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 Antes de irte, leete algo más:


                                                     Geoffrey Chaucer (1343-1400)

"-Cuando el primer motor y la primera causa crearon originalmente la gran cadena del amor en el cielo, grande fue su propósito y profunda su consecuencia.!"

Entendió todos los por-qués y por-lo-tantos cuando Él ató con la gran cadena del amor los cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra, para que no se salieran de ciertos límites

Este mismo príncipe y motor-prosiguió- estableció aquí abajo, en este miserable mundo, ciertas temporadas y periodos de duración para todo lo que se engendrase sobre la faz de la tierra, más allá de cuya fecha no pudieron perdurar, aunque sí pueden abreviar fácilmente dicho periodo. No es preciso que cite a ninguna autoridad porque esto puede demostrarse por la experiencia.

Sin embargo, deseo manifestar mi opinión. Por esta ley resulta evidente que este motor es inmutable y eterno. Y resulta claro para todos (...)  que toda parte proviene de un gran todo, pues la Naturaleza no surgió de alguna porción o fragmento, sino de una inmutable perfección, descendiendo desde allí a lo que es corruptible. Y, por consiguiente, su sabia previsión había ordenado las cosas para que todas las especies y procesos de siembra y crecimiento  continúen sucesivamente y no sobrevivan eternamente. Esta es la verdad: puede verse con una simple mirada. Mirad el roble que crece tan lentamente desde que empieza a germinar; como sabéis, vive hasta una verdad muy avanzada, pero finalmente muere."



 




Comentarios

Marta Ortiz ha dicho que…
Júpiter protegió su alma, Arcite murió lentamente y con mucho dolor eso le dio tiempo para morir bien! Sí, Arcite murió bien. Todos contentos, !es un final feliz¡ qué sabio es Saturno. Cuánto hay para pensar en esta historia! jejejej
Gracias Moni, un abrazo